Después de un tiempo, cuando nadie volvió a verle por las calles del pueblo compartiendo con quienes lo eligieron para que gobernara y recuperará la pérdida institucionalidad de “Mi Sevilla”, sometida al desgobierno y la falta de transparencia de por lo menos tres administraciones anteriores, un día cualquiera reapareció en el Balcón del Palacio, el rey invisible, rodeado de sus guardias, atendiendo a los provincianos que aceptan ser mostrados públicamente, como evidencia de dialogo, cuando “sus puertas se cerraron para siempre”.
Y Juanito preguntaba con deseos de saber las cosas que a sus años podía comprender, si , “El nuevo rey, amparado en su imagen benévola resulto mas codicioso políticamente que sus antecesores.”
La omnipotencia no es humana. Pecan los que quieren serlo, porque cuando el pueblo se percata de la escasa suficiencia del candidato para transformarse en gobernante y de su incapacidad para lograr los acuerdos políticos necesarios para el éxito de la gestión, comienza a arrepentirse de su último ejercicio electoral. Menos vitrina, menos versos y más gestión. La transparencia en el manejo de los recursos parte del control directo que hace el gobernante para evitar desviaciones incomodas, que posteriormente se convierten en acciones administrativas o judiciales, que con un poco de inteligencia y voluntad política se pueden evitar.
Valdría la pena que el gobernante se asomara a la tribuna y nos contara el estado de salud de la salud, porque algunas cosas no entendemos y menos cuando el informe de gestión del primer año, nos plantea algunas incoherencias en la inversión. En la antigüedad el rey usaba la tribuna para satisfacerse con el pueblo de sus ejecutorias en la guerra o en el gobierno. En la modernidad, el rey puede reunir al pueblo en la plaza; usando la tecnología moderna; para contarle de sus realizaciones y de sus dificultades para la ejecución y no seguirse asomando tímidamente en ella como queriendo hacer presencia cuando la invisibilidad lo invade.
Los periodistas libres, estamos en la obligación de usar todas las tribunas; sin ser tildados de opositores; para reclamarle al gobernante, que le pague legal al pueblo que lo eligió.
Ojala que la reflexión alcance para que cuando llegue la temporada de los vientos políticos, el alma del elector no este saturado por los aires del silencio gubernamental.
La esperanza de que al pueblo le vaya bien alguna vez en la vida no se puede seguir diluyendo a la sombra de la confianza que el pueblo otorga al gobernante, solo nos interesa lo general. Los intereses políticos particulares no nos emocionan y menos cuando son solo promesas. Hay que hacer y hacer-hacer cuando de gobernar se trata. El que manda es el rey. Y los reyezuelos lo están haciendo mal, como lo mandan los cánones de la suplantación.
HFvalenciaaguirre
Y Juanito preguntaba con deseos de saber las cosas que a sus años podía comprender, si , “El nuevo rey, amparado en su imagen benévola resulto mas codicioso políticamente que sus antecesores.”
La omnipotencia no es humana. Pecan los que quieren serlo, porque cuando el pueblo se percata de la escasa suficiencia del candidato para transformarse en gobernante y de su incapacidad para lograr los acuerdos políticos necesarios para el éxito de la gestión, comienza a arrepentirse de su último ejercicio electoral. Menos vitrina, menos versos y más gestión. La transparencia en el manejo de los recursos parte del control directo que hace el gobernante para evitar desviaciones incomodas, que posteriormente se convierten en acciones administrativas o judiciales, que con un poco de inteligencia y voluntad política se pueden evitar.
Valdría la pena que el gobernante se asomara a la tribuna y nos contara el estado de salud de la salud, porque algunas cosas no entendemos y menos cuando el informe de gestión del primer año, nos plantea algunas incoherencias en la inversión. En la antigüedad el rey usaba la tribuna para satisfacerse con el pueblo de sus ejecutorias en la guerra o en el gobierno. En la modernidad, el rey puede reunir al pueblo en la plaza; usando la tecnología moderna; para contarle de sus realizaciones y de sus dificultades para la ejecución y no seguirse asomando tímidamente en ella como queriendo hacer presencia cuando la invisibilidad lo invade.
Los periodistas libres, estamos en la obligación de usar todas las tribunas; sin ser tildados de opositores; para reclamarle al gobernante, que le pague legal al pueblo que lo eligió.
Ojala que la reflexión alcance para que cuando llegue la temporada de los vientos políticos, el alma del elector no este saturado por los aires del silencio gubernamental.
La esperanza de que al pueblo le vaya bien alguna vez en la vida no se puede seguir diluyendo a la sombra de la confianza que el pueblo otorga al gobernante, solo nos interesa lo general. Los intereses políticos particulares no nos emocionan y menos cuando son solo promesas. Hay que hacer y hacer-hacer cuando de gobernar se trata. El que manda es el rey. Y los reyezuelos lo están haciendo mal, como lo mandan los cánones de la suplantación.
HFvalenciaaguirre
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